Vientos del sur soplaron en El Salvador

Desde el triunfo del Presidente Lula, en Brasil, a finales del siglo pasado, seguido de los triunfos de Hugo Chávez en Venezuela; de Michel Bachelet, en Chile; Rafael Correas, en Ecuador, y Evo Morales, en Bolivia, entre otros, protagonizados por la izquierda en el sur de América, la esperanza de que esos cambios siguieran hacia el norte, se están convirtiendo en realidad.

En Centroamérica, Nicaragua, con el Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, se hizo realidad hace más de dos años; le siguió un gobierno progresista en Honduras, y uno de centro izquierda en Guatemala. Solo faltaba El Salvador, pues es, de las cinco naciones centroamericanas, la nación más conservadora, por eso quizá, la razón de gestas gloriosas como la 1832, 1932, 1944 y la guerra civil de casi doce años, iniciada de 1980, como muy bien lo apunta Dagoberto Gutiérrez, un ex comandante guerrillero, hoy analista político.

La culminación de la guerra, por medio de un Acuerdo de Paz, firmado en enero de 1992, en México, daba la impresión que la asunción de la izquierda al gobierno iba a ser fácil. Es decir, lo que no pudieron hacer por la vía armada, se lograría, a corto plazo, mediante el voto.

No obstante, por ser un país conservador, y un bloque hegemónico bien cimentado, sobre todo, por sus fuertes amarres en los tres poderes fácticos: el político, el económico y el mediático, hacían difícil, y casi imposible, que un partido de izquierda asumiera el ejecutivo en El Salvador.

Pero, lo que parecía imposible se logró el pasado 15 de marzo, cuando, el voto popular le dijo sí al FMLN y un amplio sector social (entre los que se encuentran Cambio Democrático, el Movimiento Amigos de Mauricio Funes, entre otros) al elegir como Presidente al Periodista Mauricio Funes.

El triunfo de Mauricio y el FMLN, como bien lo rememora nuestro articulista, René Martínez Pineda, es también producto de la sangre de miles de revolucionarios caídos en combate o desaparecidos, en la larga lucha de resistencia y guerra revolucionaria.

Y, por supuesto, los vientos del cambio que soplan desde el sur, esperamos, sean perdurables.